martes, 29 de marzo de 2005

Coincidencias autoreferenciales


Mis tres últimos posts tienen la palabra extraño, y realmente fue sin querer.
Lo acabo de notar.


Coincidencias autoreferenciales que hablan por sí solas

de cómo y cuánto extraño lo que ya extraño
                                                           o lo que voy a extrañar
de los extraños que dejan de serlo
                                            o de los que no quisiera que lo fueran

de las extrañas coincidencias que hacen mágica la vida
                                                                       a pesar de todo.


(*) Pregunta al margen -inferior izquierdo-:
     autoreferencial, acaso no debería ir con doble r?

lunes, 28 de marzo de 2005

extraño          escape

Para mi abuela
que fallecía en el mismísimo minuto
en que yo empezaba a escribir este post.


noche huérfana de luna          todo oscuro alrededor
me deslizo          a toda velocidad          en una montaña rusa
a los costados pasan millones de estrellas
                                                                   vertiginosamente


caigo          y me sumerjo en lo profundo          en la inconsciencia
todo se vuelve calma          oscuridad absoluta
y otra vez vuelvo a emerger          violentamente
                                                                   para volar serena

viernes, 18 de marzo de 2005

tengo la piel llena de palabras
los ojos empañados
                                   de suspiros
la boca desbordada de caricias
el cuerpo temblando
                                   de vacío

jueves, 17 de marzo de 2005

La Rolling Stone no es algo que yo lea ni habitual ni esporádicamente, pero hoy -miéntras descansaba en el laburo y meditaba sobre mi vida- cayó (casualmente?) un ejemplar en mis manos, Año 7, Número 84, con Lenny Kravitz en la tapa (sin palabras).

La empecé a ojear y a hojear. (Bue, esta bien!, me zambullí en busca de las fotos.)

De repente vi un informe especial que me llamo la atención. Se llamaba Trágame Tierra de Alejandro Seselovsky, con una foto (no la que buscaba) de una montaña de basura que me hizo acordar -instantáneamente- de las cientos (miles?) de veces que pasé en el 57 (creo que era el 57 -ya ni me acuerdo-) por el camino del Buen Ayre, puteando mentalmente por ese olor nauseabundo que se colaba por las ventanillas desde el basurero; como dice el artículo, ese aroma espeso, entre ácido y dulzón.

Para mí siempre fue olor a naranja podrida.

Empecé a leer, vaya a saber porque razón. (Si extraño no me quiero ni enterar -yo solo buscaba fotos de Kravitz-.)

Casualmente, el artículo hablaba de ese mismo basurero, de cómo Diego Duarte, un chico de 15 años, murió el 14 de marzo del 2004 debajo de una montaña de basura mientras metaleaba para poder hacerse unos pesos y comprar un par de zapatillas para su hermano para que no tuviera que empezar las clases descalzo. Porque dignidad, tenemos todos, aunque la de algunos la intenten pisotear todos los dias.

Seis de cada diez chicos argentinos -de entre 15 y 29 años- son pobres.
[...] viven hacinados o habitan una casa de piso de tierra, sin cloacas, sin agua potable, sin acceso a la canasta básica de alimentos. Son cinco millones y medio de chicos excluídos de toda exclusión.


5.500.000
Seis de cada diez chicos.

Se me hizo un nudo en el corazón. Miré a mi alrededor, a mis compañeros de trabajo. Muchos tienen esa edad; y no pude no imaginar, que cada cuatro de ellos hay seis pobres.
Pensé, entonces, en escribir un post. Que raro! no es mi temática, pensé, pero dejé fluír la idea, algo se traía.

Que ironía.

Hice un poquito de memoria y lo entendí.
Recorriendo blogs, desde que empecé con esto, me di cuenta que la mayoría de los blogs son diarios autocompasivos de adolescentes, que se deprimen -demasiado a menudo, para mi gusto- con la idea de que la vida es una cagada.

Y pensé.

Mierda! Por cada cuatro autoconmiserables blogs de adolescentes con patéticos pesares hay seis chicos hurgando en un basural para poder comer.

Sin más palabras.

miércoles, 16 de marzo de 2005

Torbellino de sensaciones

A ella se le alborotaban los minutos cada vez que lo veía aparecer a él con todo y humanidad. El corazón parecía escapársele del pecho. Las paredes se le venían encima y el aire se espesaba. Le costaba respirar. El siempre miraba hacia donde estaba ella. Ella temblaba. El avanzaba con paso firme y seguro. Ella intentaba no perder el equilibrio, mientras las rodillas le flaqueaban. Cuando el se acercaba, ella procuraba abrir la boca y articular una palabra, pero sentía que la lengua, seca, se le hinchaba en la garganta. Y no decía nada. El, como siempre, seguía de largo. Ella lo veía pasar, mientras de a poco, recuperaba los segundos y los suspiros. Y se desamotinaba.

Casi no puedo respirar hoy             me falta el aire de tu sonrisa